Caos y realidad en el presente y en la moda

Valentina Ríos
Fashion sociology consultant

En un presente que rápidamente está siendo dominado por el avance de la digitalización y en donde todo lo percibimos a través de imágenes en nuestras pantallas, nos está costando cada vez más diferenciar lo real de lo creado de manera artificial. Necesitamos volver a conectar, por eso buscamos autenticidad.

La perfección la asociamos a lo artificial, a imágenes retocadas o imágenes creadas mediante inteligencia artificial, a vidas perfectas, riqueza y glamour, desconexión de la realidad. Lo real hoy es lo imperfecto, lo caótico y desordenado, como el hogar de Julia Fox.

Pero además estamos viviendo momentos de inflexión social con la inflación económica, guerra, pérdida de la confianza en las instituciones políticas, el demandar una vida más justa sin tener que matarse trabajando para ello, entre varias cuestiones. Esa sensación de incertidumbre e intranquilidad se está reflejando en imágenes que pueden ser perturbadoras, en la moda y la publicidad.

Bajo la brillante capa de colores pasteles y perfección de los últimos años, exacerbada por las redes sociales, podemos sentir como todo se está resquebrajando.

Como sucedió en la segunda mitad de los 2000 y primeros 2010’s cuando otra crisis económica barrió con el rosa, las rubias de vidas perfectas y los McBlings del Y2K para reemplazarlos por kilos de “eyeliner”, mascara de pestañas en color negro y pintalabios rojos. Y si era con efecto trasnochado, aún mejor.

La estética de haber estado sudada bailando toda la noche que representaba a una escena artística y musical y que devolvió la emoción a la juventud. Una época de excesos, no sólo en el maquillaje.

La era del YOLO, “you only live once” (sólo vives una vez) retratada el flash de fotógrafos de fiestas como Mark Hunter, que posteaba en su blog thecobrasnake.com un acceso a este increíble mundo de lo que había pasado la noche anterior y que convirtieron en estrellas de internet a gente común que lo pasaba muy bien, como Cory Kennedy o los músicos y DJs de la época, como Leigh Lezark de los Misshapes. Musas de medias rasgadas como Alice Dellal, o Agyness Deyn y diseñadores como Henry Holland.

Aparecen las primeras plataformas personales en la web, todo el mundo podía hacerse un tumblr, myspace o un blog, desde donde mostrar tu mundo a los demás y desde donde conectar con alguien que no conocías y que podía estar al otro lado del planeta.

Se crean comunidades basadas en intereses comunes y que por primera vez se salieron del plano físico, que es como nos seguimos relacionando hoy. Pero en esta época había un sentimiento de juego e inocencia y todo se hacía de manera más rudimentaria. El DIY que funcionaba tanto para un blog, un fanzine, un club en Brooklyn o una banda.

Atrás quedaba el mantener las formas, y llegaba el hedonismo y una nueva forma de mostrarse tal cual se era con excesos, rock, camisetas rasgadas, pitillos Cheap Monday y todo lo que pusiera American Apparel (antes de los escándalos). Un look trashy muy similar al rock y punk de los 70s.

Las revistas y publicidad bebieron de este estilo desenfadado y provocativo, hasta el punto de que muchas publicidades fueron censuradas. Y el estilo de foto de moda era el de escenas cotidianas sin adornos ni retoques, de flashazo duro frontal que retrataba a modelos/ no modelos que parecían haber sido capturadas desprevenidas en la cama o en el baño.

Fotógrafos que eran en sí mismos “celebrities” y estaban en todas las fiestas, como Juergen Teller o Terry Richardson; este último prohibido tras muchas acusaciones de acoso sexual en su contra.

Fotógrafos que a su vez bebían de la fotografía íntima de décadas anteriores de fotógrafas como Nan Goldin, una fotografía con imágenes hipersexualizadas, desorden (como la oficina de Soffia Coppola) y realidad caótica donde nada importaba mucho.

Otra época ultra sexualizada, polémica y explícita en el cine y en la publicidad fueron los 70’s

Una era marcada por otra crisis económica, por la violencia, guerra de Vietnam, dictaduras y ciudades como NY que estaban prácticamente en la quiebra; y la sociedad deja atrás la explosión de inocencia, alegría y desenfado de esa juventud del “swinging 60s” para abrazar al punk, la crudeza y la violencia.

Clave de esta época es el espíritu DIY y de comunidad, ese que hizo posible que con pocos medios se formaran grandes bandas, revistas o películas icónicas. El cine retrataba a una sociedad perturbada y violenta, el pop es reemplazado por los punks gritando “No Future”.

Y contrastado con ese sentimiento de amenaza de la época, el hedonismo de la pista de baile, bolas discos, brillos (alguien dijo “disco pants?”) y performance. La liberación en la forma del baile, la fiesta y la música, tal como las fiestas de lo que hoy conocemos como “Indie Sleaze” de fines de los 2000’s y primeros 2010’s.

Los 70s tambien tuvieron su momento de porno chic, publicidad hipersexualizada, fotografía de moda que rallaba en lo erótico (como Helmut Newton y Guy Bourdin) y cine con éxitos de taquilla como “Deep Throat”.

Pasando por el filtro de hoy, volvemos a ver estas imágenes de violencia y sexo explícito, y ese sentimiento de caos y realidad, de peligro y de desafío hacia los estándares sociales. De villanas en lugar de rubias perfectas. Tal vez como respuesta a la intranquilidad y a la ansiedad que nos genera el presente que nos rodea, queremos mostrar el lado oscuro de las cosas.

El desfile SS24 de Mowalola desató la controversia (minifalda con la bandera de Arabia Saudí aparte) por el maquillaje de las y los modelos de cicatrices, sangre y golpes. Se le crítico glamorizar la violencia física. La diseñadora dijo que para esta colección se inspiró en el thriller erótico de David Cronenberg “Crash”, y la fetichización del dolor.

Ropas que parecían venir saliendo de un choque revolcadas con tierra y sangre. O el desfile de Elena Velez donde las modelos se peleaban y arrastraban por el barro. Son sólo un par de ejemplos de cómo sentimos que nuestro presente hoy está lejos de ser tranquilo y feliz.

Un principio de esto lo vislumbramos en el desfile de Miu Miu FW’23, como siempre Miuccia que se adelanta a todo. Las modelos iban perfectas y elegantes, pero con el pelo despeinado y electrizado. Como si ellas mismas o alguien más se lo hubieran pasado a llevar, pero no se hubieran molestado en arreglárselo de vuelta. Y ese detalle sutil era perturbador; por qué esa modelo vestida impecable no se molestaba en arreglarse el pelo despeinado? Por qué se aferraba a su bolso con tanta tensión?

Como si debajo de la perfección, la elegancia y la realidad edulcorada, hubiera un volcán a punto de explotar.


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